Comienzo hoy publicando los primeros recuerdos recopilados por Ñaña Currat y Mimí Semorile, espero los disfruten.
El bisabuelo José Currat decidió incorporarse a la
Guardia Suiza del Papa, siendo aceptado.
Cuenta la anécdota que en esa época el Tesoro del
Vaticano, era codiciado por inescrupulosos bandidos que consiguieron apoderarse
de valiosas joyas en un descuido de los Guardias Suizos, encargados de su
custodia. Por esta falta fueron condenados a muerte. Llegándole casi el turno a
José, pues había otro Guardia antes que él, llegó el pedido del Papa, de
suspender las ejecuciones. Así fue que el joven Currat salvó su vida.
2. El gendarme enamorado
Nos contaba la abuela Sofía, que con su hermana
mayor y siendo adolescentes, visitaban a menudo a su abuela, que vivía en una
villa cercana.
El trayecto lo hacían caminando, llevando siempre
una canasta con dulces y tortas. En el puente que debían atravesar, se
encontraba un gendarme quien se ofrecía a llevarles la canastita. Un buen día
decidieron burlarse del soldado y le aceptaron el ofrecimiento, no sin antes
cambiar la canasta por otra llena de piedras. Así fue que el gendarme esa vez
llevó la pesada carga, pero nunca más les ofreció su ayuda.
3. El bisabuelo José Currat
Juan José Currat nació el 17 de agosto de 1833, en
Saint Martin- (Ct. Fribourg). Casado con María Francisca Pittet Bossel.
Llegaron a la Argentina en noviembre de 1867. Con
sus cinco hijos Marie 9 años, Emilia 7 años, Luis 5 años, León 3 años y Julia 9
meses. Fueron recibidos en el establecimiento Santa Catalina de Baradero.
4. Los niños suizos en Santa Catalina
Cuando la familia de José Currat y Francisca Pittet
Bossel, llegaron a Baradero con sus cinco hijos, se instalaron en el
establecimiento de campo Santa Catalina. Contaba el bisabuelo que allí se
encontraban con anterioridad otras familias suizas cuyos niños dominaban ya el
idioma español. Cuando los recién llegados tenían hambre, pedían ayuda a los
experimentados suicitos; estos los mandaban a la cocina: decí “tengo sueño” y a
los pequeños hambrientos los mandaban a dormir... hasta que los mayores
alertados, pusieron fin a la broma.
En los campos de Santa Catalina habían crecido
algunas plantas de melón que, perdidas entre las malezas lucían sus fragantes
frutos. Los pequeños suizos tentados por el aroma y ayudados por su olfato
buscaban la sabrosa fruta exclamando en voz alta “¿où sont les melons?
5. El golpe mágico
El herrero José Currat fue llamado de la fábrica de
alcohol, hoy “Atanor”, para reparar una cocina a leña que no funcionaba. Varias
personas habían intentado encenderla sin conseguirlo. José acudió al llamado y
con un solo golpe de martillo en el caño de tiraje logró solucionar el
problema. El precio que dio a su trabajo pareció excesivo a los jefes del
establecimiento. ¡¿Por un golpe de
martillo?! exclamaron. A lo que José respondió: Sí, pero hay que saber dar el golpe.
6. La abuela Sofía
Uno de los hijos de Juan José Currat, León Pedro se
casó en el Consulado de Suiza con Sophie Berthe Ginsberg, llegada a este país
en el año 1885, con sus padres Frédéric Titus Ginsberg y Benjamine Corboz, y
sus hermanos Federico Titus, Emma, Julia y Selma. Sofía era de Mettmenstetten
Ct. Zurich y había nacido en Fiaugères Ct. Fribourg el 1º de abril de 1866.
León y Sofía fueron mis abuelos maternos
7. El hogar de León y Sofía
León, en Santa Catalina trabajaba igual que su padre
como herrero. Todos se trasladaron a Baradero siguiendo en su oficio. El taller
se amplió rápidamente, dedicado a la fabricación de carruajes, carpintería y
pinturería.
Sofía se dedicó a su hogar criando y educando a sus
hijos. Ella traía de Suiza sus diplomas de “modista” y “sombrerera”. Así
también regenteaba un pequeño taller de costura donde muchas jóvenes criollas
aprendieron de ella el oficio. Algunas residían en la casa durante la semana,
porque sus padres vivían en el campo.